El 13 de Julio de 1993, producto de un cáncer que lo hizo sufrir hasta límites inhumanos en la columna vertebral, fallecía el Compañero Germán Abdala, el "Turco". Uno de los peronistas que resistió con las convicciones y el cuero las nefastas políticas privatizadoras del neoliberalismo de los años noventa. Tenía una formación política marcada por la sensibilidad social y era capaz de convencer, con los mejores argumentos y frases inolvidables, al más plantado.
Nació en 1955 en Santa Teresita, hincha de Boca y Peronista desde la cuna, apenas pisando la adolescencia se incorporó a las filas de la Juventud Peronista. En el '75 comenzó a trabajar en los Talleres de Minería del Estado como pintor, donde nació a la actividad sindical en la Asociación Trabajadores del Estado (ATE). Su vocación de militante lo llevó indefectiblemente a la representación gremial. En sólo dos años después ya conducía la seccional Capital del gremio.
En 1989 llegó a la Cámara de Diputados en la lista del Peronismo de Capital. Pero, al poco tiempo de asumido el gobierno de Carlos Menem y luego de observar su nuevo sistema de alianzas políticas, la ruptura con el menemismo fue instantánea. Se opuso a la reforma del Estado, un eufemismo de moda en esos años para el ajuste y el desguace, y rechazó la entrega del patrimonio nacional travestida de privatizaciones.
“Lo más dramático que tiene la privatización de las empresas públicas es lo que el país deja de hacer, porque vamos a empezar a tener servicios caros para pocos, se va desintegrar el país, y la prueba de ello está en el caso de los ferrocarriles, Aerolíneas Argentinas y ENTEL. Bajo un falso concepto que era traer el capital privado para que hiciera inversiones de riesgo, en realidad, lo que se está demostrando es que lo único que vienen son papeles de deuda externa desvalorizados”, la frase, de una actualidad en el debate que pasma, la pronunció en un discurso parlamentario allá por 1990.
Su oposición más cerrada se centró en las privatizaciones de Aerolíneas y de YPF. “Si no manejamos los combustibles, si no manejamos la integración regional a través de los transportes, si no garantizamos todas estas cosas, no con un criterio de rentabilidad, si no con un criterio de construcción social y desarrollo económico se desarticula y desgarra el país”, pronosticaba entonces.
La gota que colmó el vaso fueron los indultos a los genocidas de la dictadura. Sólo un año después se abocó a la construcción de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). Pudo verla nacer, ya desde una silla de ruedas y cuando se acercaba el final.
Cuando se anunció el fin de las ideologías y el neoliberalismo se transformó en esa suma de apotegmas que se apoderó de todas las fuerzas políticas, uno de sus ideólogos, Bernardo Néustadt lo llamó “el último estatista”.
“Los liberales nos suelen acusar de estatistas. Para la estrecha concepción de ellos somos estatistas, porque nosotros decimos: el Estado tiene que ser más fiscalizador, programar más, dirigir más e incidir más en áreas que son clave en la economía. Necesitamos un Estado que resuelva estos problemas, ellos los llamarán ‘benéfico’, nosotros lo llamaremos un Estado con rol social, un Estado popular, un Estado al servicio de las mayorías”, fue su respuesta.
El 6 de julio de 2000, la sala de reuniones de la Comisión de Legislación del Trabajo de la Cámara de Diputados pasó a llamarse Germán Abdala. En la sesión de homenaje, la entonces diputada Cristina Fernández, recordó la entereza de Germán: “No acostumbro a rendir homenajes porque considero que a la gente se la homenajea con las conductas y con los compromisos más que con los discursos. De todas maneras, recordar a Germán Abdala en esta etapa tan particular de la vida política argentina puede ayudarnos a formular nuevas ideas y nuevos teoremas. Hay una frase de Germán Abdala que siempre me impresionó mucho. Él decía que había que vivir como se piensa y actuar como se habla. Pero no sólo lo decía, sino que, lo que es más importante en política, lo hacía. Era absolutamente coherente con lo que pensaba en los discursos y en la práctica. No conoció de conversiones ni de adaptaciones riesgosas. En épocas donde todo parece estar en duda, donde florecen teorías acerca de la real politik y donde debemos analizar cómo comportarnos opositores y oficialistas, el mejor homenaje a Germán Abdala sería reconocer su teorema, que sostiene que hay que vivir como se habla y actuar como se piensa”.
Germán Abdala, "el último estatista", falleció el 13 de julio de 1993, descansa en el mar de Santa Teresita, con sus convicciones.
“Si, estoy convencido que un día el pueblo va a triunfar, estoy convencido de que nací para ser un militante de ese pueblo, y estoy convencido de que, en términos históricos, ese día llevaremos las banderas que hoy llevamos…porque el final del camino es nuestro”.
"Los poderosos no necesitan de la política porque ya tienen el poder, ya sea a través del dinero, de las armas o de las corporaciones. El pueblo sí necesita la política, porque es la única manera que tiene para construir poder y cambiar las cosas".
Nació en 1955 en Santa Teresita, hincha de Boca y Peronista desde la cuna, apenas pisando la adolescencia se incorporó a las filas de la Juventud Peronista. En el '75 comenzó a trabajar en los Talleres de Minería del Estado como pintor, donde nació a la actividad sindical en la Asociación Trabajadores del Estado (ATE). Su vocación de militante lo llevó indefectiblemente a la representación gremial. En sólo dos años después ya conducía la seccional Capital del gremio.
En 1989 llegó a la Cámara de Diputados en la lista del Peronismo de Capital. Pero, al poco tiempo de asumido el gobierno de Carlos Menem y luego de observar su nuevo sistema de alianzas políticas, la ruptura con el menemismo fue instantánea. Se opuso a la reforma del Estado, un eufemismo de moda en esos años para el ajuste y el desguace, y rechazó la entrega del patrimonio nacional travestida de privatizaciones.
“Lo más dramático que tiene la privatización de las empresas públicas es lo que el país deja de hacer, porque vamos a empezar a tener servicios caros para pocos, se va desintegrar el país, y la prueba de ello está en el caso de los ferrocarriles, Aerolíneas Argentinas y ENTEL. Bajo un falso concepto que era traer el capital privado para que hiciera inversiones de riesgo, en realidad, lo que se está demostrando es que lo único que vienen son papeles de deuda externa desvalorizados”, la frase, de una actualidad en el debate que pasma, la pronunció en un discurso parlamentario allá por 1990.
Su oposición más cerrada se centró en las privatizaciones de Aerolíneas y de YPF. “Si no manejamos los combustibles, si no manejamos la integración regional a través de los transportes, si no garantizamos todas estas cosas, no con un criterio de rentabilidad, si no con un criterio de construcción social y desarrollo económico se desarticula y desgarra el país”, pronosticaba entonces.
La gota que colmó el vaso fueron los indultos a los genocidas de la dictadura. Sólo un año después se abocó a la construcción de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). Pudo verla nacer, ya desde una silla de ruedas y cuando se acercaba el final.
Cuando se anunció el fin de las ideologías y el neoliberalismo se transformó en esa suma de apotegmas que se apoderó de todas las fuerzas políticas, uno de sus ideólogos, Bernardo Néustadt lo llamó “el último estatista”.
“Los liberales nos suelen acusar de estatistas. Para la estrecha concepción de ellos somos estatistas, porque nosotros decimos: el Estado tiene que ser más fiscalizador, programar más, dirigir más e incidir más en áreas que son clave en la economía. Necesitamos un Estado que resuelva estos problemas, ellos los llamarán ‘benéfico’, nosotros lo llamaremos un Estado con rol social, un Estado popular, un Estado al servicio de las mayorías”, fue su respuesta.
El 6 de julio de 2000, la sala de reuniones de la Comisión de Legislación del Trabajo de la Cámara de Diputados pasó a llamarse Germán Abdala. En la sesión de homenaje, la entonces diputada Cristina Fernández, recordó la entereza de Germán: “No acostumbro a rendir homenajes porque considero que a la gente se la homenajea con las conductas y con los compromisos más que con los discursos. De todas maneras, recordar a Germán Abdala en esta etapa tan particular de la vida política argentina puede ayudarnos a formular nuevas ideas y nuevos teoremas. Hay una frase de Germán Abdala que siempre me impresionó mucho. Él decía que había que vivir como se piensa y actuar como se habla. Pero no sólo lo decía, sino que, lo que es más importante en política, lo hacía. Era absolutamente coherente con lo que pensaba en los discursos y en la práctica. No conoció de conversiones ni de adaptaciones riesgosas. En épocas donde todo parece estar en duda, donde florecen teorías acerca de la real politik y donde debemos analizar cómo comportarnos opositores y oficialistas, el mejor homenaje a Germán Abdala sería reconocer su teorema, que sostiene que hay que vivir como se habla y actuar como se piensa”.
Germán Abdala, "el último estatista", falleció el 13 de julio de 1993, descansa en el mar de Santa Teresita, con sus convicciones.
“Si, estoy convencido que un día el pueblo va a triunfar, estoy convencido de que nací para ser un militante de ese pueblo, y estoy convencido de que, en términos históricos, ese día llevaremos las banderas que hoy llevamos…porque el final del camino es nuestro”.
"Los poderosos no necesitan de la política porque ya tienen el poder, ya sea a través del dinero, de las armas o de las corporaciones. El pueblo sí necesita la política, porque es la única manera que tiene para construir poder y cambiar las cosas".
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