jueves, 11 de noviembre de 2010

Sólo muere o se olvida aquello que se sustituye*


A lo largo de mi vida tuve el privilegio de presenciar y hasta protagonizar momentos y hechos que han marcado la historia de la Argentina. Tuve la oportunidad de conocer, acompañar y tratar a las más grandes figuras y protagonistas de la política nacional. En esta ocasión enumerarlas no vale la pena, porque lo que ahora me convoca es reflexionar sobre la política y el legado de un hombre que ha entregado su vida a esta vocación, que es, como solía sostener el papa Juan Pablo II, la más noble del hombre, después de la vocación religiosa.

Siempre sostuve que uno de mis mayores privilegios fue haber conocido y tratado a Eva Perón, una de las figuras más relevantes del mundo en el siglo XX, y que sigue vigente en el siglo XXI. Su paso por la historia fue tan trascendente que, a casi 60 años de su tránsito a la eternidad, nunca ha podido ser olvidada ni menos sustituida, y sigue despertando millones de pasiones en argentinos que generación tras generación han encontrado en ella a la abanderada de las causas nobles y de las entregas absolutas.

También tuve el honor de acompañar, siendo muy joven, como Ministro del Poder Ejecutivo Nacional, el segundo gobierno de Perón. Después de su caída, durante 18 años, soporté las cárceles y las persecuciones de las dictaduras. Milité en la “resistencia peronista”, fundé la renovación peronista y contribuí a conducir al peronismo, recuperar la condición política mayoritaria que hasta hoy mantiene.

Pero, a lo largo de esta trayectoria, pocas veces me he sorprendido y conmovido tanto como con la noticia del pasado 27 de octubre: Un ex Presidente peronista y actualmente titular del Justicialismo, Néstor Kirchner, había pasado a la eternidad. ¿Quién fue este hombre que supo despertar tantas pasiones como rencores? ¿Quién era este líder que se animó a enfrentar al “poder establecido” y plantear las bases de un nuevo modelo “nacional y popular’? ¿Quién era este hombre que convocó y enamoró a las nuevas generaciones y les dio la bienvenida a la política?

Conocí a Néstor Kirchner hace muchos años durante un viaje que realicé, con escala en Río Gallegos, para rendir homenaje a los caídos en la guerra de las Malvinas. Poco sabía del entonces referente santacruceño. A lo largo del tiempo lo traté en diversos momentos: había pertenecido a la renovación peronista, y me confesó que utilizaba un libro de mi autoría, Cinco Años Después, para defender, ante los “zurdos”, decía, al peronismo en las discusiones de su época de militancia universitaria.

Recuerdo también allá por noviembre de 2004, cuando líderes latinoamericanos asistieron a Buenos Aires para ofrecerme el cargo de Presidente de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (COPPPAL), de la que era vicepresidente desde el año 1989. En esa ocasión Néstor Kirchner avaló mi candidatura con palabras de reconocimiento: “Manifiesto mi satisfacción tanto por el futuro papel del Partido Justicialista dentro de la COPPPAL como por la nominación del doctor Antonio Cafiero para presidirla.”
Fue un pionero, en ese momento supo interpretar la importancia para la Argentina y para el Partido Justicialista de fortalecer las relaciones con América Latina. Su gestión como presidente de la Argentina y como Secretario General de la Unasur demostró su capacidad de estadista y confirma que ha sido un gran latinoamericano. La relevante presencia de Jefes de Estado y líderes latinoamericanos en su sepelio demuestran que así lo recordará toda América Latina.

De mis relaciones con Néstor podría decir muchas cosas más, pero quisiera compartir con los lectores un episodio muy especial. El 10 de marzo de 2006, con motivo de la asunción al mando de la entonces Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, asistí a la ceremonia y me hospedé en el mismo hotel en que se hospedaba la comitiva argentina que encabezaba Néstor. Compartimos una reunión muy amena, llena de anécdotas del peronismo que se extendió hasta largas horas de la noche. Mientras volvía para mi habitación, advertí que alguien se me acercaba, me tomaba afectuosamente de los hombros y me decía: “Antonio, yo a usted lo quiero mucho.” Me sentí conmovido. Si había algo que desconocía del entonces presidente de los argentinos, era esta faceta cariñosa hacia mi persona.

Por encima de todos los logros, los aciertos y los errores, la impronta política que introdujo Kirchner, me hace pensar ¿Quién fue Néstor Kirchner? ¿Cuál es su legado? ¿Cómo trascenderá en la historia? Si hay algo que el compañero Néstor logró, fue el de volver a despertar la pasión por la política, no como el arte de lo posible, sino como herramienta transformadora de la sociedad basada en convicciones profundas. Hoy ratifico que el peronismo está en un proceso de “explosión”: convoca a multitudes, pero también su pensamiento y su ejemplo se disemina en la América Latina y en otras regiones más lejanas. Pero lo más relevante es su poder de convocatoria a la juventud. Durante el sepelio de Néstor Kirchner asistimos a una movilización multitudinaria de los jóvenes que volvían a ocupar el centro del escenario nacional con su propio estilo vigoroso y desafiante: “Ni un paso atrás”.

Los políticos no mueren, cierran los ojos y siguen pensando, nos recordaba Hugo Chávez.
Por todo ello, me animo a exclamar: ¡Néstor no será ni olvidado ni sustituido! ¡Sigue presente entre nosotros! Con su estilo inconfundible, con sus convicciones inclaudicables, acompañado por su compañera de la política y de toda la vida: Cristina; por quien tengo una admiración singular. Tuve el privilegio de conocerla cuando fuimos compañeros en el Senado de la Nación. Siempre ha despertado en mí un gran respeto por su enorme capacidad y la tremenda fidelidad a sus convicciones a las que nunca renuncio, no obstante las dificultades.

El legado histórico de Néstor sigue viviendo en Cristina, así como en cada uno de los argentinos que entienden a la Política como la fuerza trasformadora de la sociedad capaz de alcanzar, con Justicia Social, la Grandeza de la Nación y la Felicidad del Pueblo.

Antonio Cafiero

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