Luego de adoptar duras medidas tendientes a frenar una escalada inflacionaria en la canasta alimentaria básica, impulsada por el precio de la carne y justificada por la Sociedad Rural en la pérdida de vientres y escasez de stock (aunque desde el gobierno se consideraban maniobras de corte especulativo basadas en el desabastecimiento), el polémico Secretario de Comercio declaró ante un medio de prensa: "Los comportamientos antisociales tendrán su correspondiente sanción, porque en la Argentina ahora gobierna la democracia. Quienes aprovecharon la situación deberán atenerse a las consecuencias, pues nosotros no renunciaremos a la aplicación de todos los mecanismos legales a nuestro alcance como la ley de abastecimiento, la legislación sanitaria e impositiva, la ley de defensa de la competencia. Puede haber cierres y se acentuará la fiscalización. Cuando a mí me dicen que atento contra la libertad de comprar y vender, yo pregunto si no se atenta contra la libertad de alimentarse cuando la libertad de comprar y vender en condiciones monopólicas, en condiciones usurarias, elimina la libertad de consumir que se merecen todos los argentinos."
Esto acontecía en marzo de 1984 (apenas a 3 meses de iniciado el gobierno de Alfonsín, con una economía estrangulada y un estado inexistente ante el poderío de las corporaciones económicas), el funcionario en cuestión era Ricardo Campero, y tras decretar una veda de carne vacuna durante una semana, impulsaba “acuerdos de precios” para los pescados y otras carnes. En la oportunidad aludió a la existencia de una "campaña ideológica” y que “esta estrategia de los sectores desplazados del poder tiende a que Alfonsín reine pero que no gobierne o lo haga en el marco de una coalición de centro derecha, porque no son capaces de aguantar seis años para entonces medirse en la arena electoral."
Estos intentos de domar a los sectores concentrados de la economía, no sólo le valieron a Alfonsín el abucheo en la Sociedad Rural, también el temprano escarnio periodístico, las puteadas de las Doñas Rosas en el mostrador de las carnicerías y hasta la ridiculización en medios “progresistas blancos” que se consideraban afines. Recuerdo la “Milonga Campera” publicada por entonces en la revista Humo®, ironizando sobre el intento de convencer a los consumidores (en su propio beneficio y como colaboración a la lucha anti-inflacionaria) de diversificar las fuentes de proteínas cárneas:
“La vaca es un animal
Odioso y mal entrazado
Peludo por todos lados
Con caspa y con mal aliento
Que se la pasa mugiendo y
Estorbando en los asados.”
Terminaba el versito con un “que porquería es la vaca y cuan absurdo su rol”.
Apenas dos años duró la “resistencia al régimen”. En diciembre de 2005, su abanderado, un combativo Bernardo Grinspum, debió ceder la jefatura del Ministerio de Economía al mucho más ortodoxo Juan Vital Sourrouille (aplaudido por el stablishment), privatizador frustrado y padre de dos criaturas (Plan Austral y Plan Primavera) que fueron el preludio del noventista Plan de Convertibilidad. El polémico e intervencionista Secretario de Comercio fue sustituido por un hombre de diálogo y consenso, de buenos modales y amigable con los mercados: Roberto Lavagna, un prolijo técnico y “componedor nato” (que ya había pasado por un cargo similar –Director Nacional de Política de Precios de la Sec.Com.- no muy exitosamente en 1974). Si tal como se afirmaba por entonces, el demonizado intervencionismo era la causa de la inflación, pronto se encargarían en recordarnos que las actitudes laxas y la liberalización de los mercados se relacionaban directamente con la hiperinflación, el hambre, la destrucción del aparato productivo, el default y la crisis terminal de las finanzas del Estado (a pesar del congelamiento de salarios y el “achique” del Estado).
Otro Polémico Secretario de Comercio de la época de Alfonsín, fue el nunca bien ponderado Ricardo Mazzorín. En realidad (y he aquí lo indicativo) no fue su gestión en sí la cuestionada, sino una medida en particular de 1988. Por una similar situación de mercado a la relatada al inicio, pero esta vez con su sucedáneo principal, la carne de pollo (lock out patronal - desabastecimiento especulativo - maniobra alcista). Mazzorin, en nombre del Estado importa, para abastecer el mercado y contener los precios, 38 mil toneladas de pollo. De allí en más, una mezcla explosiva entre la inoperancia radical, la presión de los grandes productores y la complicidad mediática, dio lugar a todo tipo de mitos y especulaciones que lograron desactivar la medida y mantener el precio por las nubes. Los “la gente” se hacían eco de las versiones más disparatas propaladas por sus expoliadores, juraban ver filas de camiones deambulando con los cadáveres avícolas en estado de descomposición e infectados por la radioactividad de Chernovil y aplaudían el contundente informe de un joven notero Daniel Hadad, desenterrando pollos recién comprados de los basurales aledaños a la Capital.
El escarnio a Mazzorin fue ejemplarizante de lo que te puede suceder si desafiás al poder omnímodo de los formadores de precios. Si bien fue sobreseído judicialmente de los cargos de corrupción con que había sido linchado mediáticamente, casi nadie se enteró de que su buen nombre había sido lavado, o en el peor de los casos, nadie creyó en su inocencia y continúa figurando en los catálogos de los grandes casos de corrupción en la democracia.
Al menos yo, no recuerdo el nombre de otro Secretario de Comercio que ejerciera durante estos 30 años de democracia (supongo que muchos, siquiera se acordaban de estos). Y fíjense por que recuerdo a los dos.
Resulta más que evidente que es un cargo en el cual, al momento de asumir (como en Matrix) te dan a elegir dos píldoras. Si elegís la azul, transcurrís en el mismo sin demasiados sobresaltos, es más, te hacés acreedor a la dulce y generosa complacencia de los poderosos. Se invisibiliza tu presencia al punto tal de que podés gozar de lo beneficios del rango sin molestas objeciones ni aviesas miradas cuestionadoras, probablemente el futuro te depare un retiro en algún directorio de esos que figuran sólo en las actas societarias pero que rinden pingues ganancias.
Pero si escogés la roja… ay! Cada dia de tu vida, el hecho habitual de abrir el diario o encender la TV, te anoticiará de la desmesura de tu perversidad incurable, pondrá en evidencia la magnitud del odio que “todo el mundo” siente hacia tu miserable persona, cargará sobre tus hombros la catastrófica predicción maya y también la irresponsabilidad de su fracaso. Ni hablar si perdurás una década en el empeño de bancar los trapos en ese paso de Termópilas que conduce directamente a la víscera más sensible de los argentinos, a pesar del replique de la gota china en tu cabeza.
Me van a decir que un Secretario de Comercio es una pieza fungible en un diseño de gobierno. Que nadie es imprescindible, que el desgaste, que el cambio de imagen, bla, bla, etc. Puede ser, habrá que verlo. Nunca fueron abundantes los domadores de dragones, menos aún los que se animan a poner la cabeza dentro de su misma boca llameante. Y Guillermo Moreno es uno de esos.
El Polémico Secretario de Comercio.
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