domingo, 17 de noviembre de 2013

Homenaje a John William Cooke


Trató a Juan Domingo Perón de igual a igual, se consideró marxista y también peronista, fue un intelectual y también un hombre de acción. Viajó a Cuba y junto a su mujer se transformó en miliciano y participó de la Revolución.


Pocos personajes de nuestra historia ofrecen facetas tan singulares como la de este gran pensador y luchador argentino. Se llamó John William cuando seguramente él hubiera querido que lo denominasen Juan Guillermo. Se consideraba peronista pero también marxista. Como integrante del peronismo fue –casi seguramente– el único que discutió con el general Perón de igual a igual, sin inhibiciones ni reservas mentales: “Usted procede en forma muy diferente a la que yo preconizo y a veces, en forma totalmente antitética” (enero 1966). El único que se animó a decirle que algún día iba a morir (3/3/1962). Fue intelectual profundo, pero al mismo tiempo hombre clave de la resistencia y se lanzó con “una pistola 45? y tres cargadores de balas a parar a los marinos en junio de 1955. Tenía cierta renguera y un cuerpo voluminoso pero le encantaba bailar el tango. Fue invitado a un congreso en la Cuba presidida por Fidel y lo retuvieron en el aeropuerto porque el Partido Comunista de la Argentina dio malos informes sobre él (“¿Qué tal, Cooke? ¿Está en cana?”, le dijo sonriendo El Che y aclaró la situación). Una anécdota resume su independencia de criterio y su singularidad en sus opiniones. Ante las diferencias que mantiene con Jorge Antonio, Perón intenta limar asperezas y para calmarlo le dice: “Pero, Bebe, Jorgito es millonario, pero es un millonario peronista.” Y él le responde: “Mi General, disculpe, pero yo no hago esos distingos. Para mí, no hay millonarios peronistas y millonarios antiperonistas, los millonarios son millonarios, nada más.”

Pero quizá lo que otorga a Cooke una característica aun más propia y definida está dada por su permanente transformación, a través de la acción política, al mismo ritmo que se modificaban y profundizaban las posiciones de las grandes masas. Él provenía de una familia de irlandeses en cuyo hogar se hablaba en idioma inglés y en lo político, seguían la tradición radical. Su padre, Juan Isaac era dirigente importante de la UCR y como tal estaba alineado, en la segunda guerra, en el campo aliadófilo, donde también se situaba John en su juventud, celebrando los triunfos de Inglaterra. Pero al crecer el movimiento obrero y alcanzar el protagonismo del 17 de octubre, John ya integra el movimiento nacional e ingresa al Congreso de la Nación como diputado. Ha comprendido que soplan vientos de revolución y que el peronismo viene a cubrir el vacío dejado por los viejos partidos perimidos. Entonces afirma: “En 1945… el peronismo fue el movimiento que surgió y triunfó contra todos los partidos, que hizo saltar el esquema de los partidos repartiéndose el poder político. No es que la izquierda hacía crisis; es que era una parte de la superestructura política del imperialismo y saltó junto con los demás pedazos de esa superestructura…

El movimiento popular que atacó a la oligarquía y al imperialismo pasó a ser la izquierda por cuanto representaba las fuerzas del progreso nacional y de la independencia del extranjero. Fue una situación revolucionaria, donde los esquemas teóricos no servían. Faltaba una Izquierda Nacional y ese papel pasó a ocuparlo peronismo, aunque sin definirse como tal.”

En su gestión parlamentaria, siendo el diputado más joven –”El Bebe”, lo llamaron– fue el más sólido y brillante. A él recurrió Perón después del tremendo bombardeo del 16/6/55 para reorganizar el partido en la Capital Federal, pero ya era muy tarde y el gobierno fue derrocado en septiembre. Una tremenda noche de terror y silenciamiento cayó sobre el peronismo en esos años, resumida en la delirante mordaza del Decreto 4161 y los fusilamientos del ’56. Cooke, mientras tanto, intentaba armar “la resistencia” y era paseado por todas las cárceles del país, hasta “el infierno blanco” de Ushuaia e inclusive sufre simulacro de fusilamiento. Producido el triunfo de Frondizi en 1958, cuando los obreros se levantan contra la primera privatización impuesta por el FMI, Cooke avanza aun más en su posición e intenta convertir esa lucha en paro general, en un momento en que era delegado personal de Perón y más aun, el único a quien Perón alguna vez designa su sucesor para el caso de su muerte. Pero la burocracia política del peronismo le boicotea su acción y después de denunciarlos ante Perón, viaja a Cuba, donde adhiere fervorosamente a la Revolución. Tiempo más tarde es miliciano, al igual que su mujer Alicia Eguren, y participan en la lucha cuando el imperialismo invade Bahía de los Cochinos.



Reside unos pocos años en la isla y allí les explica a muchos cubanos mal informados los progresos alcanzados por las mayorías populares dela Argentina durante los dos gobiernos de Perón. Luego se desempeña como representante de Fidel y El Che ante Perón –en España– sugiriéndole se traslade para residir en Cuba, a lo cual el General le responde: “Dígale a Fidel que él hizo el asalto al Moncada llevando consigo el rosario y la cruz y yo todavía tengo que seguir llevándolos.”

En esa época es un socialista convencido, pero al mismo tiempo se sigue considerando peronista y por ambas banderas milita sin cesar. Parte de esa lucha queda registrada en una rica correspondencia mantenida con el General durante una década (1956-1966). Allí analiza la correlación de fuerzas, la imposibilidad, por ahora, de la revolución armada, como asimismo la importancia que tendría abandonar la conducción pendular de un movimiento policlasista para acentuar sus rasgos revolucionarios. Comprende que “el peronismo es el hecho maldito del país burgués”, pero también que “es un gigante invertebrado y miope” si no se dan los cuadros necesarios y no se desplaza a los burócratas políticos y sindicales. En esas cartas, Perón le explica que hay que ser como el Papa “que benedice a tutti”, que la unidad es lo principal dado el poderío del enemigo. Cooke no está de acuerdo y se atreve a refutarlo: “¿Para qué nos sirve el número, para votar en las elecciones que no se han de realizar?” También afirma: “Peronismo y antiperonismo son, en esta etapa, la forma en que se da políticamente la lucha de clases…” ¿Unidad para qué, entonces? Su opinión es que obispos, generales y empresarios están de más en el peronismo. Perón le contesta, desde su condición de líder nacional, que si los echamos, engrosaremos las fuerzas del enemigo. Otras veces el General no le responde por un tiempo. A veces, le señala: “Querido Bebe: … muchas gracias por su interesante y valiosa información…”Los “leales” y los desleales cuentan sólo para construir y debemos manejarlos a todos porque si no llegaríamos al final con muy poquitos. Por otra parte, hay dos clases de lealtad, la de los que son leales de corazón al Movimiento y los que son leales cuando no les conviene ser desleales. Con ambos hay que contar, usando a los primeros sin reservas y utilizando a los segundos, a condición de colocarlos en una situación en la que no les convenga defeccionar. Al final, no hay hombres buenos ni malos, más bien todo depende de las circunstancias, aunque para conducir es siempre mejor pensar que muchos son malos y mentirosos.” En otras cartas, también se observa que intenta persuadirlo: “Usted tiene razón, Bebe, lo felicito…” Pero al final de la carta le reitera la política de “bendecir a todos”, como única manera de aislar a la oligarquía y al imperialismo. Pero Cooke insiste: “Cuando usted ya no esté, ¿qué significará ser peronista?”



A finales de 1963, Cooke regresa a la Argentina y crea Acción Revolucionaria Peronista, es decir, intenta formar una izquierda orgánica, dentro del movimiento, para estar en condiciones de incidir mejor. Ideológicamente su influencia se difunde, pero –y él no tiene duda alguna– la clase trabajadora, en su abrumadora mayoría, está con el General y no ve la necesidad de construir el partido revolucionario que él preconiza.

En sus últimos años, concurre a varios congresos en Cuba y reafirma allí su posición revolucionaria e inclusive adhiere a la lucha armada que se intenta en otros países. Sin embargo, aún en sus últimos escritos, sostiene: “Perón no sólo es el artífice de la única época en que el obrero fue feliz –década que el tiempo y el drama de hoy embellecen aun más en la nostalgia– sino algo más importante es el recuerdo, el símbolo de la primavera revolucionaria del proletariado argentino, del momento cenital de las grandes conquistas sociales y las reivindicaciones nacionales. Por eso, su mito se alimenta tanto de la adhesión de los obreros como del odio que le profesa la oligarquía, no atenuado por los años porque es el reverso del amor de los humildes… En el laberinto de la política a ras del suelo a que nos tiene acostumbrados nuestros burócratas Perón parecería estar bloqueando vaya a saber qué caminos. Desde las alturas de las formas superiores de la lucha revolucionaria, no obstruye nada. El pueblo se resiste a abandonar sus ídolos acreditados en el milagro por otros no probados… El prestigio de la conducción revolucionaria de esta nueva generación se cargará con el magnetismo de su antiguo prestigio.”


Por entonces, lo toma el cáncer. A los pocos meses, el 19 de septiembre de 1968, muere, pero su última voluntad –hecho todavía insólito en la Argentina de 1968– es que sus órganos vitales sean usados para quien los necesite, como si quisiera que sus ojos siguieran viendo, desde otro cuerpo, los cambios de su querida América Latina, en busca de su destino igualitario.

* Norberto Galasso




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